viernes, 20 de mayo de 2016

VUELTA A LA SIERRA DE GUARA POR CARRETERA

Allá por el mes de noviembre se empezaron a enumerar algunas posibles rutas a realizar en este 2016. Una de ellas era rodear la Sierra de Guara haciendo noche por el camino. Como en este caso contábamos con apoyo logístico en Sabiñánigo gracias al señor Abizanda, nos decidimos por dar la vuelta por carretera haciendo noche en Sabiñánigo, con el detalle de que al llegar allí ya tendríamos la ropa esperándonos y evitándonos así tener que llevar algún tipo de alforja o mochila.
Los preparativos fueron sencillos. Por una parte poner ropa de vestir en una mochila y dársela a Abizanda unos días antes para tenerla a nuestra llegada y por otra elegir la ruta de ida. Después de un poco de trabajo en www.cronoescalada.com (siempre inestimable la ayuda de este tipo de páginas web) nos decantamos por la ruta más corta, no fuera a ser que con nuestro estado físico nos llevásemos una sorpresa, sobre todo pensando en el segundo día, el más duro.
Una vez elegida la ruta y una vez solucionado el tema logístico, sólo nos quedaba esperar al fin de semana y que hiciese buen tiempo... ¿Buen tiempo? ¿Habiendo quedado Abizanda, Héctor y yo? ¡Jajaja! Viendo los antecedentes lo teníamos imposible y así fue:

Fiesta de Nacho en fin de semana + planes con la bicicleta = lluvia

Parece que esta fórmula es más efectiva que la danza de la lluvia de los indios.

Como nos había costado lo nuestro encajar las fechas y ya estaba todo organizado decidimos salir como estaba previsto, a pesar de las previsiones meteorológicas.

DÍA 1

Sábado 7 de Mayo, 8 horas y 00 minutos.


Aún con las legañas en los ojos me asomé a la terraza con la esperanza de que no fuera un mal día y de que se hubieran equivocado en las predicciones. Nada, mal día y cielo encapotado. Hubo hasta alguna duda sobre si finalmente salíamos o no, pero después de prepararlo todo ya no había marcha atrás, había que salir mientras no lloviera a cántaros y de momento no lo hacía. Además, siempre podían venir a buscarnos en un momento dado.

Después de un buen desayuno nos juntamos en el bar para echar al cuerpo un café caliente, que buena falta nos iba a hacer. El bar de Naval, como muchos bares de pueblo, es el sitio donde ponerte a charrar con el primero que aparezca y ponerte al día de los asuntos de interés, por lo que cuando aparece alguno disfrazado de ciclista las conversaciones sobre rutas, repechones y "tengo una bici colgada en casa a ver cuando la cojo..." están a la orden del día, y claro, nosotros, si vamos a hacer alguna machada contestamos todo ufanos que vamos a ir a tal o cual sitio. Pero esta vez no. Esta vez nos echamos el café rápido para evitar la pregunta de a dónde vamos, evitar tener que decir que íbamos a Sabiñánigo y evitarnos la respuesta de "¿con este tiempo? ¿estáis locos o qué?. En el fondo sabemos que algo de esto último hay.
Sin demorar más lo inevitable salimos de Naval Héctor y yo, el señor Abizanda saldrá a nuestro encuentro más adelante. Por suerte, aunque hace mal día, la temperatura no es mala del todo y subiendo el alto del Pino ya empezamos a sudar. Íbamos rumbo a lo desconocido, así que subimos despacito. Una vez arriba pudimos albergar algo más de esperanza de poder completar la ruta y es que desde la cima pudimos ver un cielo que seguía siendo gris pero no amenazaba tormenta. Había que ir paso a paso y el siguiente objetivo era llegar a Aínsa para comerse una napolitana. Rodar con ese ambiente húmedo, las nubes bajas y el suelo mojado también tenía su encanto, aunque esto era tratar de buscar algo positivo ante la constante amenaza de lluvia. Al final parece que el día aguanta y llegamos a Aínsa sin mojarnos. Llegar a Aínsa siempre me ha parecido bonito, o por ver su casco antiguo en lo alto, o porque es la puerta del Pirineo y a partir de ahí cambian el paisaje y las gentes, pero es que ahora es una gozada al ver los grupos y grupos de ciclistas que van a pedalear por sus caminos. Da igual el día de la semana que sea, da igual el día que haga, siempre están ahí dispuestos a buscar la aventura. Qué gran trabajo han hecho los chicos de Zona Zero, ¡enhorabuena chavales!. Nosotros dimos buena cuenta de unas napolitanas de chocolate y pusimos en conocimiento en nuestras casas de que íbamos a seguir con la ruta prevista ya que el tiempo aguantaba. El nuevo objetivo era llegar a Fiscal para encontrarnos con Abizanda y comer con mis padres todos juntos en un restaurante, que ya que no les íbamos a necesitar como coche de apoyo por lo menos se hacían la excursión igualmente.
De Aínsa a Fiscal hay 27 km muy asequibles, siempre picando hacia arriba pero sin grandes desniveles ni dificultades montañosas. Es todo un placer pedalear por allí, siempre siguiendo el cauce del río Ara, que en esta época del año baja con toda su fuerza y viendo ganar altitud a las montañas que flanquean el valle. Cuando faltaban un par de kilómetros para llegar a Fiscal nos encontramos con el tercer integrante de la excursión y anfitrión en Sabiñánigo, el señor Abizanda, el cual nos hizo apretar los dientes y nos llevó en volandas hasta el pueblo. Achacaré esto a que era la hora de comer y había hambre y no a que este hombre se está poniendo muy fuerte.
Lo que sucedió a la hora de comer en el Hostal Restaurante Rió Ara será recordado por los comensales durante mucho tiempo. Fue sin duda lo más duro de la jornada, pero es un terreno donde nos manejamos bien y para el que nos llevamos entrenando muchos muchos años. Mientras en las dos mesas que nos rodeaban comían a base de hamburguesas, nosotros hacíamos lo propio a base de judías pochas con codornices... y el nombre del plato cumplía lo que prometía, ahí estaban las codornices flotando en un cazuelo más grande que mi cabeza. Hubo primera ronda para cuatro comensales, segunda ronda y hasta tercera, y para completar semejante jolgorio de comida unas guindillas. Eso fue el primer plato, el segundo no se quedó a la zaga y nos deleitaron con unos buenos trallos de longaniza o de pollo relleno. Todo exquisito. Dudo que la OMS vea con buenos ojos el tener que pedalear después de semejante ingesta de comida, es más, dudo que apruebe una comida como la acaecida ese fin de semana, pero si encima le añadimos una arrancada de 2 ó 3 kilómetros al 8% el disparate es máximo. Pero nosotros somos unos profesionales y tiramos siempre pa'lante.
Nos quedaba el último tramo de la ruta, la subida más dura de todo el día y con la tripera bien llena, pero sabíamos que una vez arriba esto estaba hecho y sólo quedaba bajar hasta Sabiñánigo. Con todo el desarrollo metido y la paciencia por bandera comenzamos a subir el no-puerto de Petralba, no-puerto porque no está tipificado como tal y no sé por qué. En los primeros metros de ascensión nos despedimos de mis padres que nos habían acompañado desde Jánovas, una vez más bien por ellos. Como ahora éramos tres personas pudimos ir subiendo entre charrada y charrada para amenizar un poco la subida. Esta ascensión completamente nueva tiene dos túneles que me hacían dudar un poco acerca de la conveniencia de cruzar por ellos, pero por una vez parece que las cosas se han hecho muy bien. Tienen muy buen arcén, muy buena iluminación y el más largo avisa a los conductores cuando hay ciclistas dentro y obliga a reducir la velocidad a 60 km/h (sólo cuando hay ciclistas). Con menos sufrimiento del esperado coronamos la última dificultad para bajar hacia Sabiñánigo por lo que es una bajada muy rápida, tanto que me tuve que esforzar en poder seguir a los otros dos jabalines para no quedarme descolgado. Enseguida llegamos a destino.
El primer día ya estaba pedaleado y sin mojarnos. Por la tarde hubo descanso, Giro, cervezas, buena cena y buenas charradas, pero todo con un ojo puesto en las nubes del día siguiente.

DÍA 2

Domingo 8 de Mayo, 8 horas 00 minutos

Tras pasar una noche más bien mala de vueltas en la cama y levantarse a beber, es que no aprenderemos nunca, nos levantamos con el primer objetivo de ir a desayunar y ver qué tiempo hacía. A pesar de todos los pronósticos no estaba lloviendo aunque sí estaba el cielo encapotado. Tomamos la decisión de salir hasta donde pudiésemos. La verdad es que mucho tenía que haber estado lloviendo para no haber salido. Abizanda, que tenía otras obligaciones ese día y no nos podía acompañar, enseguida se ofreció como coche de apoyo por si la lluvia arreciaba. En ese sentido estábamos cubiertos. Con todos estos detalles resueltos tras unas tostadas un café con leche partimos rumbo al Somontano.
La mañana, aunque desapacible, no era fresca pero nos hacía mirar constantemente al puerto de Monrepós, donde se acumulaba una mayor cantidad de nubes. Los primeros kilómetros hasta la base del puerto son favorables y nos permitieron, primero constatar que los kilómetros del día anterior habían hecho mella, y segundo calentar por lo menos un poquito. La subida a Monrepós está ubicada en un entorno muy bonito, pero la carretera propiamente dicha es un verdadero castigo para los ciclistas. Con su anchura, con sus curvas enormes, con el tráfico, con las vistas que se quedan detrás tuyo para no poderlas apreciar y con la junta de dilatación dando por saco kilómetro tras kilómetro, hacen de esta subida un puerto desagradable de pedalear (queda para otra ocasión investigar su otra vertiente). Para mayor complicación nuestra el aire decidió acompañarnos durante toda la subida, así como una fina lluvia según ascendíamos. A mayor altitud mayor era el aire y el agua y aunque todavía no había para que ésta calase sí que te golpeaba en las mejillas resultando muy molesta. Con unas ganas de coronar tremendas llegamos arriba. En la cima ya hacía fresco y la lluvia era más abundante, por lo que seguimos rápidamente sin fotos ni florituras, con el día que hacía no había nada que ver. La bajada, por decirlo suavemente, fue bastante penosa entre el frío, el agua, la velocidad, los coches y la carretera mojada. El GPS registró 4 ºC en algún momento dado, fue el peaje por enfrentarnos al tiempo.
Paramos a recapacitar en el desvío de Nueno, punto donde nos teníamos que desviar para bordear Guara por toda una retahíla de pueblitos y carreteras alejados de toda civilización. Hubo unos primeros momentos de desasosiego, con ganas de dejarlo estar y llamar a casa para que nos viniesen a buscar, pero pensamos que lo mejor era seguir con la idea de que lo peor del frío lo habíamos dejado atrás, en el alto del puerto, y en que teníamos una oportunidad de completar la ruta.
Nada más dejar la carretera nacional nos adentramos en un terreno rompepiernas de carretera estrecha, esto, unido a la ausencia de coches nos elevó la moral. Poco a poco entramos en calor a base de fuertes repechos, los cuales se agradecían ya que la lluvia, aunque fina, no cesó en ningún momento. En el primer pueblo por el que pasamos, Sabayés, paramos a avituallarnos y trazar un plan de fuga, sólo por si acaso. En el caso de que se torciesen las cosas y no pudiésemos completar la ruta teníamos tres posibles desvíos por los que atajar para acabar un sitio donde nos pudiesen venir a buscar sin importunar demasiado. El primer punto donde poder abandonar era el cruce hacia Fornillos de Apiés, dejando la ruta prevista para ir a Huesca a esperar en un bar. El segundo punto de retirada estaba en el cruce de Loporzano, dejando la ruta para esperar en la gasolinera de Estrecho Quinto, la cual confiábamos en que tuviera un bar. Y el tercer punto era el cruce de Aguas, dejando la ruta para esperar en el bar de Angués. Y aún había alguno más, pero se trataba de saber que si se ponía a llover de verdad no estábamos perdidos. Con estas opciones y habiendo comido algo seguimos decididamente hacia Barbastro, porque una cosa ya era segura, el fin de ruta iba a estar en Barbastro sí o sí.
Las pedaladas transcurrieron por carreteras estrechas y sin apenas tráfico, por una zona completamente desconocida para nosotros. Pensaba que desde la nacional 240 hasta las faldas de Guara apenas había nada y cuánto de equivocado estaba. Cantidad de pequeños pueblos se descubrían ante nosotros cada pocos kilómetros, en cada uno dejábamos desvíos hacia más pueblos nunca oídos. También dejamos atrás el embalse de Montearagón, el cual me impresionó por su tamaño. Con la mente puesta ya en la comida pusimos todo el énfasis en llegar a comer al camping de Panzano, pero no fue nada fácil a causa del cansancio. Cada barranco y cada recta nos hacía desfallecer aún más. Los kilómetros del día anterior sumados al agua y al frío que habíamos pasado nos estaban lastrando más de la cuenta. La ruta, aunque muy bonita se nos estaba haciendo muy cuesta arriba.
Para llegar al camping a comer debíamos dejar atrás nuestra última salida hacia la civilización por si nos tenían que venir a buscar y teníamos que tomar la decisión de seguir para terminar el recorrido y eso hicimos. En realidad el hambre desmesurado tomó la decisión por nosotros. Durante la comida, que no fue para echar cohetes pero estaba caliente, nos pudimos secar un poco y mentalizar para lo que faltaba, llegados a ese punto ya no había otra opción que seguir adelante. Al salir del restaurante el día seguía con la misma lluvia fina que nos había acompañado durante todo el día... resignación y para adelante. Sobre el mismo límite del Parque Natural de la Sierra de Guara por el que transcurre a trozos la carretera fuimos acercándonos poco a poco hacia el Somontano. Pasamos por el salto de Bierge, por otra interminable y desmoralizante recta y por el matador repecho de Alberuela de la Liena, para, por fin, tomar un último respiro en Adahuesca. Tras avisar en casa de nuestras intenciones de acabar en Barbastro pusimos rumbo hacia la capital del Vero, pero como no podía ser de otra manera, con los últimos 15 kilómetros de aire en contra.

Al final va a resultar todo un acierto esto del cicloturismo. Espero que sea el comienzo de rutas mucho más largas.



Abizanda, Héctor y Nacho organizando la ruta unas semanas antes con el ritual de la danza de la lluvia
 Cielos grises durante toda la jornada



 Foto el día de volver. Este era el panorama al salir del restaurante

 Aínsa
 En nuestra salsa, como las codornices

 Momentos antes de partir de Sabiñánigo






Los pueblos por los que pasamos a partir de Nueno son:
Sabayés , Apiés , Fornillos de Apiés, Barluenga , Sasa del Abadiado, Loporzano, Bandaliés, Sipán, Los Molinos, Los Cretales, Coscullano, Aguas, Panzano, Yaso, Morrano, Bierge, Alberuela de la Liena, Adahuesca. ¿Cómo te quedas?

1 comentario:

  1. Qué grande Nachete, que bien escribes....te has planteado hacer un librete?, jejeje.
    Lo de nuestras fiestas largas, mal tiempo y planes es un lotería que la gente "normal" no llega a entender....paciencia!

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